Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Preparar una ponencia es un reto porque intento entretener y sorprender, y con esto no me refiero a ponerme en modo “Club de la comedia”, sino en evitar que mis oyentes tengan la sensación de “déjà vu”, que a mí por lo menos cada vez me ocurre con mayor frecuencia.

Reconozco que me gusta provocar la reacción del auditorio, e incluso les animo a que me interrumpan y me den la réplica, pues nada hay más estimulante que entablar un diálogo en lugar de un aburrido monólogo al uso, aunque para eso haya que estar muy seguro del terreno que uno pisa.

De esas experiencias en ocasiones saco ideas motrices de artículos o de algún trabajo de investigación, cuyas conclusiones luego intento aplicar en mi actividad como abogado. Escribir una idea, en mi caso mejor en papel que en pantalla, para luego verbalizarla en una conferencia, recibir la réplica del auditorio y acentuar el ingenio para la dúplica, es un ejercicio mental estimulante cuyas conclusiones dejo escritas en mis cuadernos.

En realidad, todo está conectado con un único fin: mejorar la propia formación jurídica, más allá incluso de la de aquellos a los que te diriges, y pulir la capacidad para expresar esas ideas adecuadamente.

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