Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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La víspera por la mañana dediqué un hora y media a preparar las notas para el juicio, mientras revisaba concienzudamente el expediente administrativo. Y tras terminar dejé todo listo para acudir al juicio señalado para hoy a las 11.40 horas.

A las 11 salí del despacho, cogí mi coche y me dirigí al juzgado llegando diez minutos antes de la hora señalada. Saludé a la abogada del Estado que estaba repasando sus notas, intercambié unas breves impresiones sobre el juicio, y al cabo de un cuarto de hora llega el abogado que faltaba, casi sin aire después de haber subido a pie las cinco plantas –se ve que el ascensor a la hora del café está muy solicitado–, al que tranquilicé pues todavía no nos habían llamado para entrar en sala.

Mientras tanto me puse contestar algún correo electrónico desde el teléfono y llamar un par de veces al despacho. El reloj avanzaba con parsimonia y ya entretenía la espera consultado las redes sociales con cierto desdén. Después de una hora paseaba con las manos en los bolsillos y aclaraba a los compañeros que me preguntan que mi juicio era el de las 11.40, remarcando de forma sonora el 11.

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