Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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No es el trabajo como prosaica expresión de una mera forma de ganarse la vida lo que justifica este exceso de celo profesional, sino cierta retórica de la responsabilidad que da sentido a nuestra profesión en cuanto depositarios de los intereses (a veces trascendentales) de nuestros clientes.

Como decía en gallego mi abuelo: “o que ten ansia non durme” (el que tiene ansia no duerme). No se refería a la ansiedad, ese mal de nuestra acelerada sociedad (que él, hombre de campo, no conoció), sino a la sensación de supeditar en ocasiones nuestra comodidad al esfuerzo por alcanzar determinados objetivos. Ese ansia por responder a la confianza de mi cliente ha sido hoy mi despertador, y no se puede apagar.

ssss1. “El abogado está allí, en su mesa, y en la tranquilidad nocturna redacta para la mujer amada que le disputa un rival, cartas ardientísimas, prolijas, enfáticas y fastidiosas, como todas las cartas de amor; estas cartas se llaman demandas, dúplicas o conclusiones, y esta amada se llama la Audiencia”. En Elogio de los jueces escrito por un abogado, ya citado, página 131.

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