Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн
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En un momento dado entra en escena otra abogada del mismo despacho que sin mediar palabra presenta un escrito en el juzgado pidiendo medidas cautelares (entre ellas el embargo de bienes de mi cliente), algo a lo que no daba crédito, pues suponía tanto como querer negociar con una pistola por debajo de la mesa y, además, disparando.
Llame al compañero con el que había estado negociando y con indisimulado enfado le pedí explicaciones a lo que me justificó diciendo que era su socia la que ahora llevaba el caso, recordándole que teníamos un acuerdo plasmado en varios correos electrónicos, contestándome que ya no tenían valor, y ante mi inocente pregunta me dijo que no autorizaba utilizar esa correspondencia.
Comprenderán que ante esa situación procedía dejarse de medias tintas y mover rápido ficha tomando la iniciativa en el procedimiento para solicitar determinadas pruebas que el juez acogió.
Llegados a este punto hoy tuve que oponerme a un recurso de reforma que la nueva abogada de la empresa presentó contra el auto de medidas cautelares. Se trataba de un recurso falto de rigor, que mezclaba churras con merinas, invocando jurisprudencia civil que ni venía al caso, en una amalgama caótica de errores procesales, materiales e incluso gramaticales.