Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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ssss1. Nota de una semana después: no hubo cicuta, sino una sentencia que estimó la demanda en un 90% de lo pedido, curiosamente razonando en base a la doctrina de los actos propios. Pero no se fíen, el resultado final no contradice la teoría sobre el abogado de uno mismo.

5 de octubre de 2018

El éxito hay que sujetarlo a un mástil, como a Ulises

Hay algo mejor que recibir la notificación de una buena sentencia, que es notificarla al cliente. Esta semana he tenido la fortuna de dar esa buena nueva en cuatro ocasiones, y cada cliente reaccionó a su manera, pero todos con sus comentarios me recordaron cuál es la esencia de esa profesión: ayudar al clientessss1. Siempre lo intentamos pero no siempre lo conseguimos, aunque esta semana hicimos pleno, además en casos complicados que nos obligaron no sólo a un sobresfuerzo intelectual, sino también emocional por lo que estaba en juego.

La primera clienta a quien llamé es una mujer ya jubilada, pero muy vital a pesar de que una fallida intervención quirúrgica la que dejó recluida casi permanentemente en su casa. Habíamos conseguido una estimación parcial de la demanda en primera instancia, insatisfactoria, pero finalmente el tribunal de apelación estimó el recurso, incrementó la indemnización pero, sobre todo, dio la razón en lo que para mi clienta era casi una necesidad terapéutica, desmontado el argumento exculpatorio de un gran hospital. La clienta me hizo notar el respaldo anímico que para ella suponía la noticia ahora que estaba a punto de someterse a una nueva intervención, a lo que le dije que ojalá le permitiese cumplir su sueño de viajar a Islandia. Sin afectación me contestó: “Eugenio, me conformo con poder mojar los pies en la playa de La Lanzada”ssss1.

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