Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Emocionado, más que por sus palabras por el solemne tono utilizado (que en su delicado estado de salud sonaba con cierto dramatismo), tuve que recurrir al humor –que ya habrán comprobado que en estas situaciones me sale instintivamente como mecanismo de defensa para desdramatizar determinadas situaciones–, a fin de decirle que agradecía su confianza, aunque me fastidiaba que me hiciese trabajar en el puente del Pilar aun no siendo Guardia Civil (cuya patrona es esa Virgen).

Seis horas después de haberme ido a cama con el recuerdo de esas palabras, me encuentro con el ordenador portátil encendido sobre la mesa de la cocina, una taza de café a la izquierda, mi libreta de notas a la derecha y de fondo el jolgorio callejero de quienes liberados de estas preocupaciones abandonan con sonora alegría un cercano “after hours”.

Mis vecinos de enfrente, un matrimonio mayor con los que comparto unas bonitas vistas de Vigo con el monte de la Guía al fondo, cuando dentro de un rato se levanten (ambos solemos madrugar) quizás pensarán lo mismo que dejó escrito Calamandrei al explicar el motivo de la iluminada ventana del abogado a altas horas de la nochessss1.

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