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En su forma de narrar, de describir (según Proust más que descripciones lo que hace Flaubert son sensaciones) intercala, con maestría cinematográfica, planos largos con otros cortísimos que sobresaltan al lector. En el barco, tras paisajes que van surgiendo a lo largo del río, nos da, de repente, detalles muy precisos y cercanos, hasta llegar a ver, por ejemplo, la sombra de sus pestañas.

Muy a menudo vemos el paso de una descripción interna –sen­timientos, sensaciones– a una descripción externa –paisajes, clima–. O cuando, de golpe, pasa del estilo directo al estilo indirecto, lo que vemos constantemente a lo largo de toda la novela.

La amistad en La educación sentimental

En esa red social que forman todos los personajes en torno a los Arnoux y a los Dambreuse, Frédéric está solo, o no sabe o no quiere formar parte de ellos, sin embargo, aparentemente es lo único que desea. La herencia le sirve como carta de presentación ante la sociedad a la que quiere pertenecer. Pero sus decisiones son equivocadas, ya lo hemos dicho. La obsesión de sus sueños le lleva precisamente a no cumplirlos. No aprovecha las oportunidades con los Dambreuse, como hace Martinon, por ejemplo, ni otras muchas ocasiones de consecución de sus sueños. A pesar de todas las ventajas, queda excluido, o más bien autoexcluido.

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