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De España a la Argentina

Pedro, el menor de los hermanos, tenía 24 años cuando murieron sus padres en Ainzón, y decidió viajar a la Argentina para reunirse con su hermano Andrés. Cuando llegó a Armstrong, se encontró con un cambio notable en la vida de Andrés y su familia. Lo primero que le llamó la atención fue que su hermano ¡no bebía ni maldecía!

Muchos años después de esto, con mi esposa Jenny pudimos visitar a mi familia Tabuenca en Ainzón. Allí estaban mis primos. A los dos nos llamó la atención el vocabulario de ellos. Las palabrotas de grueso calibre eran usadas hasta con afecto, para darnos la bienvenida. Por supuesto, seguían siendo viticultores, pero ya no en las bodegas cavadas en los cerros, sino en la Sociedad Vitivinícola El Santo Cristo, de Ainzón.

Mientras recorríamos sus instalaciones, uno de mis primos me dijo: “Pedrito, yo nunca bebo agua”. Así entendí mejor la sorpresa de mi padre cuando se encontró con su hermano Andrés, que ya no bebía ni maldecía.

Pedro, recién llegado a la Argentina, pasó a ser huésped en el hogar de Andrés y Marcelina, y la familia se reunía al atardecer para leer la Biblia y cantar algunos himnos con los niños. No obstante, Pedro, el ex monaguillo, no quería contaminarse con esos “herejes”. Así fue que al principio se mantuvo a distancia, pero finalmente se atrevió a participar y hasta tomó en sus manos una Biblia, lo que desde siempre le había estado prohibido. Como todo religioso sincero, encontró en la Biblia las preciosas verdades que hasta entonces había desconocido.

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