Читать книгу Salvados para servir онлайн
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Apéndices y amígdalas, eso era todo lo que podíamos operar. El jefe de cirugía era el Dr. Pablo Crausaz, que venía los miércoles de Paraná. Toda la cirugía mayor se hacía ese día. Él era el único cirujano experimentado y el que hacía las operaciones mayores.
Yo soñaba con el momento de ir a Buenos Aires para aprender a operar con el Dr. Ricardo Finochietto, pero alguien que conocía las cosas me dijo: “Imposible. Con Finochietto no vas a poder, porque la reunión más importante de su servicio se llama ‘la sabatina’ y la hace los sábados por la mañana”.
Bueno, yo ya había aprendido: “[…] Para los hombres esto es imposible; mas para Dios, todo es posible” (Mat. 19:26).
Lo más importante que aprendí del Dr. Drachenberg fue a orar antes de iniciar cualquier operación quirúrgica, aun aquellas en que éramos solo ayudantes del Dr. Crausaz. Otra cosa que aprendí con él fue lo que llamé “encimología”, es decir, a estar “encima” del paciente, no como superior a él, sino como responsable de observarlo con la frecuencia que fuera necesaria, en su respuesta al tratamiento, en su evolución, en la necesidad de cambiar alguna indicación. Pasábamos visita a todos los pacientes del sanatorio, por lo menos una vez por la mañana y otra por la tarde, o cuantas veces su caso lo requiriera.