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Como practicante de urgencias en la Asistencia Pública de La Plata, aprendí muchas cosas: suturé varias heridas, atendí un parto a domicilio en un rancho y también una apendicectomía. Claro, bajo la dirección del Dr. Abella, que me dijo mientras me ayudaba: “Tienes las manos bastante torpes todavía”, y tenía razón.

Algunos domingos iba al Hospital Salaberri, en Buenos Aires. Allí siempre hacía falta un practicante más. A los recién llegados nos llamaban “ultra perros”. La tarea que con más frecuencia me tocaba era ser el “anestesista” para alguna cirugía de urgencia, para eso usábamos el aparato de Ombredanne que nos facilitaba insuflar éter con oxígeno en los pulmones del paciente, con una máscara que le cubría la boca y la nariz, mientras manteníamos bien extendida hacia atrás su cabeza. ¡Cómo han cambiado hoy, para bien, las cosas!

CAPÍTULO 9

Llamado a servir en el Sanatorio Adventista del Plata

“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabras que diga: Este es el camino, andad por él” (Isa. 30:21).

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