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–Por favor, léame Isaías 7:14 –le pedí entusiasmado.

De inmediato buscó el pasaje y leyó: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.

–¿Qué quiere decir esto? –le pregunté.

Volvió a mirar su Biblia, y lentamente, con cuidado, leyó:

Em Manu El: Con nosotros Dios −fue su respuesta.

Pensé que allí tendría la oportunidad para ofrecerle estudios sobre profecías mesiánicas, y en un papel le hice un gráfico con la profecía de las setenta semanas de Daniel 9. Le expliqué cómo se cumplió todo en la vida de Cristo: “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas…” (Dan. 9:25). Esto significa 69 semanas, que son 483 días proféticos o años literales. Desde que Artajerjes, rey de Persia, dio la orden en el año 457 a.C. (Esd. 7:1-8) hasta el bautismo de Jesús en el año 27 d.C. pasaron ¡exactamente esos 483 años señalados en la profecía de Daniel! ¡Y más todavía: la muerte expiatoria de Cristo iba a suceder tres años y medio después! “Después […] se quitará la vida al Mesías […] a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio.” (Dan. 9:26, 27). Y eso es exactamente lo que sucedió, así que Jesús es el Mesías.

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