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Y eso mismo es lo que, en su misericordia, hizo Dios con nosotros. El Pr. Peverini habló con el Pr. Aeschlimann. Dios no nos iba a dejar “debajo de un puente”; íbamos a vivir en Florida, en la casa del presidente de la Unión Austral. Y para allá nos mudamos, pero ahora Jenny ya no era la “ama de casa”, sino más bien la “empleada doméstica”.

El Pr. Alfredo Aeschlimann era una persona maravillosa y también misericordiosa. En pocas semanas, él percibió algo de tristeza en el rostro de Jenny. Justamente, a causa del expediente militar que había puesto en riesgo la situación de la Iglesia Adventista, la sede de la División Sudamericana de la iglesia que desde un principio estuvo situada en Buenos Aires, se trasladó a Montevideo, República Oriental del Uruguay, y el edificio que ocupaba en el barrio de Belgrano quedó vacío. ¡Qué maravilla! El presidente de la Unión Austral lo declaró Hogar de Estudiantes Universitarios. Esa fue nuestra última mudanza como estudiantes.

Seguíamos yendo los sábados a la pequeña iglesia de Bella Vista, y por la tarde salíamos a buscar, casa por casa, gente que quisiera estudiar la Biblia. Fue así como nos encontramos con un rabino judío que tenía una Biblia con letras grandes, escrita en hebreo.

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