Читать книгу Salvados para servir онлайн

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Se echó para atrás en su sofá, respiró hondo y me dijo:

–En memoria de mi padre… (político platense, ex vicegobernador, que había fallecido hacía poco) que me enseñó a hacer todo el bien que me fuera posible, accedo a tu pedido. Pero quiero que entiendas que, desde ahora, ya no serás un servidor del Estado, sino que el Estado te estará sirviendo a ti. Y en qué guardia te vamos a poner, lo decidiremos después.

–¡Muchísimas gracias, doctor!

Le agradecí de corazón y me levanté para irme. Me acompañó hasta la puerta para despedirme, y al darme la mano me dijo:

–Y te pongo en la guardia del jueves.

Eso significaba que ya se estaba abriendo el camino para mi entrenamiento quirúrgico.

Feliz por la noticia, fui a hablar con el Pr. Bonjour; él encontró de inmediato la solución. Habló con el Pr. Héctor Peverini, que vivía solo en un departamento ubicado sobre las oficinas de la Asociación Bonaerense, en Uriarte 2429, en el barrio capitalino de Palermo. La esposa del pastor estaba internada desde hacía años, por su enfermedad mental, y sus hijos, los gemelos Tulio y Milton estaban estudiando en el Colegio Adventista del Plata. Jenny sería el ama de casa y la cocinera, pero podía seguir estudiando Enfermería.

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