Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн

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Delegar implica ceder el control. Muchas veces pensamos: Yo lo hago más rápido y mejor. Sin embargo, esto no es más que una excusa para no invertir tiempo en ayudar a que los demás desarrollen sus habilidades y liderazgo. Dios hace todo más rápido y mejor que cualquier ser humano; sin embargo, él delega. Luego de crear el mundo, les dio a Adán y a Eva la autoridad para gobernarlo (Gén. 1:28). Jesús nos dio la autoridad de hacer discípulos (Mat. 28:19, 20) y de tomar decisiones que afectan a la Tierra y al cielo (16:19). Seamos imitadoras de Dios. Aprendamos a delegar.

Señor, muchas veces hago demasiadas cosas porque quiero sentirme indispensable. Enséñame a delegar criteriosamente, a reconocer y a aceptar mis límites, a pedir ayuda. ¡Solo tú eres irremplazable!

9 de marzo

Un océano de culpa


“Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús” (Rom. 8:1, NTV).

Mi amiga me llamó preocupada, porque su bebé tenía algunos problemas de salud. Aunque ella estaba haciendo absolutamente todo lo posible por ayudarlo, no podía evitar sentirse culpable. Sentía culpa por necesitar tiempo para ella, culpa por no saber que más hacer, culpa por no tener más experiencia… ¡Mi pobre amiga estaba ahogándose en un océano de culpa falsa! Generalmente, esta culpa no llega en respuesta a un pecado real, sino a una percepción personal. “La causa más común por la que las madres nos sentimos culpables es que creemos que no estamos alcanzando los estándares de la maternidad [ideal]”, escribe Sarah Hardee en el artículo “The Problem with Mommy Guilt”. “Sentimos que hemos fallado como madres cuando no fomentamos diariamente el juego sensorial o no hacemos fiestas de cumpleaños elaboradas cada año; y aunque todo esto es genial, no se basa en las Escrituras. El Señor no dijo en su Palabra que si no hacemos todas estas actividades estamos pecando como madres y traumatizando a nuestros hijos”.

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