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Y los días pasaban, las peleas terminaban, y todo volvía a la “normalidad”. Retornábamos a vivir en armonía, pero siempre, en el fondo, se seguía gestando el futuro tifón, que, dependiendo la escala, podría dejarme más o menos abatida.

Cómo cuenta Brené Brown: “Aprendí a decir lo correcto, a mostrarme de la forma adecuada” (Brené Brown, 2017). A partir de estas vivencias en mi familia, la niña que fui empezó a pensar cómo evitar esas peleas. Nace la noción de control. Ya no queria ser yo quien las ocasionara, todo lo contrario.

Como dice la Dr. Braiker:

Si soy bueno y hago todo lo que mis padres quieren, no se separán (…) La idea que la amabilidad tiene el poder protegernos se deriva, por tanto, del pensamiento mágico infantil. El miedo al rechazo, al abandono, a la desaprobación o al aislamiento b – y a la depresión y al dolor emocional que pueden producir estas experiencias – son ahora los “monstruo” que es preciso mantener el control. (Harriet B. Braiker, 2012).

Busqué “hacer hogar” en otros grupos. Y para hacerlo, mi yo de niña entró en el vicio de complacer a los demás. Esa sería la mejor estrategia para permanecer dentro de los clanes. La Dra. Harriet Braiker describe:

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