Читать книгу Los que susurran bajo la tierra онлайн
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–¿Qué pasa? –preguntó María Gracia cuando lo vio parado en el umbral.
Raimundo se quedó en silencio unos momentos y sopesó lo que diría. No quería preocupar demasiado a su mamá; ya tenía suficiente con la enfermedad del abuelo y su padre había prolongado por una semana más su estadía en Washington. Don Leonidas no mejoraba. Tosía mucho y cada vez que lo veía parecía más delgado y descolorido, como si desapareciera poco a poco. Ese mismo día el abuelo llegaría a la Casa Roja desde el Hospital Militar y ella les había explicado a él y a Celeste lo que significaba la palabra «desahucio». Les habló en el desayuno en voz baja, simulando un secreto a voces. Dijo que el abuelo ya no tenía hambre y que cuando eso le pasaba a alguien de la familia, significaba el fin.
–¿Como cuando murió la abuela? –preguntó Celeste esa vez.
–No, linda. La abuela se fue al cielo de forma repentina, porque Dios la quería pronto a su lado. El abuelo Leonidas se está muriendo lentamente y por eso estamos acá, acompañándolo, despidiéndolo.