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Afortunadamente para Ilan la enfermedad no volvió. Tuve la suerte de ser invitado a una ceremonia que su comunidad hizo para su sexto cumpleaños en que a Ilan se le permitió tocar el libro sagrado de la Torá en la sinagoga y luego a una fiesta muy emotiva en la que Jessica contó cómo esa experiencia le había cambiado la vida, dándole armas que antes no tenía y que mucha gente que poco conocía la tenía ahora como un referente. Habían escapado del infierno, sentían.

Pero el cáncer construye caminos subterráneos, corroe incluso a quienes creen haberse librado. Jessica y Gianfranco tuvieron cuatro hijos a quienes siguieron cuidando unidos a pesar de que finalmente se separaron en términos poco amistosos. ¿Sucumbieron por la traumática experiencia que tuvieron con Ilan y cómo develó aspectos ocultos de cada uno que los hicieron incompatibles? Nunca lo sabré con certeza, aunque sospecho que nada de eso puede ser inocuo. A Ilan, en cambio, la última vez que lo vi fue cuando estudiaba medicina, estaba ya muy cerca de graduarse y lucía esa gallardía de quien tiene toda la vida por delante.

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