Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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Les comenté todo eso y en adelante la decisión les correspondía enteramente a Jessica y Gianfranco. Ella me aclaró que no quería opiniones, sino estadísticas, que la decisión estaba tomada. Dos meses más tarde me comunicaron que estaba embarazada.

El tratamiento de Ilan ya había pasado a una fase de mantención y ella acudía al centro de oncología a que su hijo se realizara exámenes y recibiera medicamentos. Paralelamente, el embarazo avanzaba sin incidentes y cuando comenzó a acercarse la fecha de parto, nos preparamos para poder recolectar la sangre del cordón umbilical, que ya entonces era reconocida como una fuente útil y suficiente de células madre para un niño pequeño.

El parto fue por cesárea y nació una niña sana y linda, que no tenía idea alguna de la misión con que había llegado. Recolecté personalmente la sangre y la envié al laboratorio para que fuera criopreservada y se mantuviera en un sueño profundo a -196 ° C.

Al día siguiente hicimos el examen de compatibilidad. Era 100% igual. Teníamos la donante, teníamos la sangre de cordón. Nos tocaba decidir si usarla ahora o esperar una posible recaída. Nos asustaban los efectos del trasplante en el niño y de las secuelas a largo plazo que debería enfrentar a consecuencias de la quimioterapia preparatoria y la posibilidad de la enfermedad de injerto versus huésped. Finalmente, y de común acuerdo, elegimos esperar.

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