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Mirta

21 de enero


Aprendiendo a confiar

“Y se fue Ana por su camino, y comió, y no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18).

Cuando vivíamos en Corrientes, Argentina, conocí a un niñito llamado Daniel, el cual asistía sin falta con su mamá y su hermana todos los miércoles al culto de oración. Y todas las veces pedía lo mismo: que su papá entregara su vida a Jesús. Aún recuerdo la mirada resignada de su mamá cada vez que él hacía su pedido, como diciendo: “No hay caso, parece que él nunca lo hará”.

Pero Danielito era diferente. Sabía que el Señor contestaría su oración. Se notaba en él la confianza que tenía en Dios. Y para sorpresa de la mamá, Dios respondió el pedido del niño, y premió su fe; unos años después el padre se interesó en aprender más de la Biblia, y finalmente, entregó su vida a Jesús.

¿Qué actitud tienes cuando pides algo en oración? ¿Te levantas tranquilo luego de hacer tu pedido a Dios? ¿Confías en él como si pudieras escucharlo decir: “Hijito(a), escuché tu oración y voy a contestarla”?

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