Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

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Nací en un hogar misionero adventista y he tenido que mudarme de casa tantas veces que ya perdí la cuenta... Una mudanza involucra algunos cambios que pueden ser emocionantes y tristes al mismo tiempo. Elegir cosas que puedo llevar y cosas que debo dejar ¡no es tan fácil! Pero encontrar cosas que estaban perdidas y echaba de menos ¡es emocionante! Hacer maletas y empacar cajas puede resultar mucho trabajo; pero siempre hay buenos amigos que están listos a ayudar. Tener que dejar a esos buenos amigos es muy triste, pero también tienes la posibilidad de conocer nuevos amigos. ¡Eso me ha gustado siempre!

En algunas ocasiones nuestro traslado tenía que ser a otro país y mi familia debía separarse por algún tiempo. Mi papá tomaba primero el avión y viajaba solo a su nuevo lugar de trabajo. Como éramos pequeñas, mis hermanas y yo quedábamos llorando. Al despedirse mi papá nos consolaba diciendo: “No se pongan tristes, yo iré para cumplir con mi trabajo y buscar una nueva casa; luego de un tiempo volveré por ustedes y juntos viajaremos a nuestro nuevo hogar”. Papá iba a dejarnos, pero volvería.

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