Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн

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Cuenta Jill que todo comenzó cuando el orador habló de lápidas de cementerio, y de las inscripciones que usualmente la gente graba en ellas. “Esto no es usual”, pensó ella. “Este orador debería hablar de abrigar sueños, de tener aspiraciones, de apuntar bien alto...

Seguidamente, el orador concentró toda su atención en el guion de la lápida, ese signo de puntuación que separa la fecha de nacimiento y el del fallecimiento de la persona que ha muerto. Fue entonces cuando Jill captó el mensaje del orador: el guion, esa rayita aparentemente insignificante, representa todo cuanto ocurre entre el momento de nuestro nacimiento y el fin de nuestra vida. Lo que el orador quería lograr era que los jovencitos graduandos se preguntaran: “¿Cómo usaré mi tiempo? ¿Viviré de modo que al final se pueda decir que mi vida valió la pena?”

Cuenta Jill que el orador continuó su discurso por largo rato, pero ella no pudo seguir escuchándolo. No podía evitar preguntarse: “¿De qué hablará el guion en mi lápida cuando yo muera? ¿De qué está hablando ahora mismo: de egoísmo o dadivosidad, de rencores o perdón, de vicios o victoria?”

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