Читать книгу Schopenhauer como educador онлайн

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No describo otra cosa que la primera impresión casi fisiológica, por así decirlo, que Schopenhauer produjo en mí: esa mágica irradiación, ese trasvase de la fuerza más interna de un producto de la naturaleza a otro que tiene lugar ya el primero y más ligero de los contactos. Y cuando luego analizo esa impresión, encuentro que es el resultado de la fusión de tres elementos, de tres impresiones: la de su honradez, la de su jovialidad y la de su constancia. Es honrado, porque habla y escribe a sí mismo y para sí mismo; es jovial, porque ha vencido mediante el pensamiento lo más difícil; y es constante, porque así tiene que ser. Su fuerza se eleva recta hacia lo alto como una llamada cuando el viento se serena, ligera e indiferente, sin temblores ni desfallecimientos. Encuentra su camino en todos los casos, y ocurra lo que ocurra, sin que nos sea dado percibir siquiera que lo buscaba, sino como obedeciendo la ley de la gravedad, y en consecuencia, seguro y ágil, de forma inevitable. Y quien haya sentido alguna vez lo que significa encontrar en la mezquina humanidad de nuestro tiempo un ser natural hecho de una pieza, unívoco, suspendido de su propio clavo y móvil, desinhibido y dueño de sí, comprenderá la felicidad y admiración que se apoderaron de mí cuando di con Schopenhauer. Tuve la sensación de haber encontrado por fin al educador y filósofo que durante tanto tiempo había buscado. Ciertamente que sólo en forma de libro, lo que no dejaba de resultar insuficiente. De ahí mis esfuerzos por ver a través del libro y representarme al hombre vivo cuyo testamento tenía entre mis manos y que prometía no instituir otros herederos que quienes quisieran y pudieran ser algo más que sus lectores. A saber, sus hijos y discípulos.

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