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Ruptura tras ruptura, muchas veces incluso consigo mismo, el desierto sería su verdadero cobijo hasta su muerte en 1900, en el Turín que tanto amó, en brazos de la locura, esa locura en la que algunos creyeron ver incluso un último, supremo y atroz fingimiento. Convencido, como Spinoza, de la necesidad de permanecer muy consciente de sí y de las cosas, en 1886, próximo ya el derrumbe, dejaría constancia, en carta a su hermana, de su lucidez sobre esa encrucijada de histrionismo cotidiano, soledad, pobreza y nostalgia de algo muy distinto en que una y otra vez consistió y con la que una y otra vez se confundió su vida:

Para que en el porvenir tengas una orientación respecto de la prudencia y quizá también la indulgencia necesaria para juzgar a tu hermano, te diré hoy, como signo de mi mayor cordialidad, en qué consiste lo malo y penoso de mi situación. No he encontrado nunca, desde mi niñez hasta ahora, nadie que tuviera en su corazón y en su conciencia la misma «necesidad» que yo. Esto me obliga, aun ahora, como en todo tiempo, a presentarme ante la gente disfrazado, algo que constituye para mí una máxima contrariedad, bajo la figura de uno cualquiera de los tipos humanos actualmente permitidos y comprensibles. Tengo la absoluta creencia de que sólo entre hombres de iguales aspiraciones e igual voluntad puede uno florecer y hasta alimentarse y progresar físicamente. El no haber hallado esto es mi desdicha. Mi vida universitaria fue una duradera tentativa de aclimatarme en un falso medio, y lo mismo, aunque en una dirección contraria, fue mi aproximación a Wagner. Casi todas mis relaciones humanas han nacido como fruto de ataques del sentimiento de soledad y aislamiento... He sido ridículamente feliz al encontrar, o creer que encontraba, alguien con quien tenía en común un pequeño espacio, un ángulo reducido. Mi memoria está llena de unos recuerdos vergonzosos de tales debilidades, durante las que la soledad se me hacía imposible de soportar. Hay que añadir a esto mis continuas dolencias, que me descorazonan del modo más espantoso. No en balde he estado tan enfermo, y estoy aún tan turbado y melancólico por no haber encontrado nunca... un ambiente que me fuera apropiado, ni haber hallado nunca descanso entre los hombres, sino tan sólo la violencia, producida por tener que estar entre ellos como comediante. Mas no me consideres por ello como hombre desconfiado, oculto y emboscado. Si lo fuera, no sufriría tantossss1.

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