Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн

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Celia, la asistente que había descubierto a su padre muerto en la casa, había accedido a encontrarse con Rory a mediodía para revisar los archivos y ayudar en la reasignación de casos. Rory dejó el bolso en el suelo, abrió una lata de Coca Diet y comenzó. El mediodía la encontró sentada en el escritorio de su padre, rodeada por una montaña de papeles. Había vaciado los archivos de la recepción y el contenido ya estaba organizado en tres pilas: pendientes, activos y cerrados.

Oyó que se abría la puerta principal. Celia, a la que había visto unas pocas veces en los últimos años, apareció en la puerta del despacho de su padre. Rory se puso de pie.

—Ay, Rory —exclamó Celia, y pasó corriendo junto a las pilas de carpetas para abrazarla con fuerza.

Rory mantuvo los brazos a los lados del cuerpo y parpadeó varias veces detrás de los gruesos lentes mientras la mujer invadía su espacio personal de una forma que nadie que conocía bien a Rory hubiera hecho.

—Siento tanto lo de tu padre —susurró.

Por supuesto, Celia había dicho exactamente lo mismo unos días antes en el funeral. Rory se había mantenido igual de impávida en la sala funeraria tenuemente iluminada, de pie junto al féretro que contenía esa escultura de cera que era su padre. Al sentir el aliento de Celia en la oreja e intuir que sus lágrimas le correrían por el cuello, Rory le apoyó las manos sobre los hombros y se separó de ella. Inspiró hondo y soltó el aire y la ansiedad que le subía por el esternón.

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