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–¿Sabías que mi mamá es peruana? –le preguntó Julia a Briceño. Este palideció y comenzó a tartamudear una explicación.
–Mentira, es chilena –continuó la detective–. Pero olvídate de tus prejuicios mientras estemos trabajando. Y después también. Otra cosa: no tomaste declaración al mecenas Neumann ni al director.
–No lo consideré necesario, no me parecen sospechosos.
–Raúl, conoces los procedimientos, aunque no todos los respetan. Se interroga a todos. Si no son sospechosos, eso puede ser sospechoso.
–Voy a buscarlos.
–Briceño partió cabeza gacha mientras a Julia se le ocurría una idea. Sacó su celular y buscó un número mientras paseaba frente a unos primates embalsamados. Le envió un mensaje, pues sabía que la asesora de informática no siempre contestaba:
«Detective Rojas: Deja de stalkear jovencitos con blin blin haciendo ostentación de sus robos en Facebook y búscame en las redes sociales cualquier publicación relacionada con el Niño de El Plomo, la momia de El Plomo o lo que se le parezca. Mientras más extraña, mejor. Gracias. Nos vemos en la tarde».