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La detective salió a la calle y vio a su hombre yendo hacia el poniente. Ella tenía buen estado físico, pero la distancia era mucha. Mientras corría lo vio doblar en San Gumercindo, y cuando ella alcanzó esa esquina, el misterioso personaje había desaparecido. Podía haber bajado al metro, doblado en Patria Nueva hacia San Pablo o llegado a Walker Martínez. Demasiadas opciones como para arriesgar una persecución en solitario. La detective volvió desesperanzada, controlando su rabia y su cansancio. Además, debía disimular frente al ministro y al fiscal que se le acababa de escapar un posible sospechoso

Llamó a Mora.

–Señor policía científico, le pido que no se le olvide revisar la basura; está en unos contenedores en el costado poniente del edificio.

–Entendido, señora licenciada en Arte –respondió Mora.

Volviendo al museo se encontró con el comisario Ricardo Fuentes, jefe de la brigada, que arreglaba su peinado y ordenaba su ropa. Julia puso su mejor cara de circunstancias.

–¿Andaba paseando, detective? –preguntó Fuentes.

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