Читать книгу El Pueblo del hielo 10 - Tormenta de invierno онлайн

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Cuando la hemorragia cesó y vendaron la herida, ayudaron a Eldar a ponerse de pie.

—Apóyate en Niklas y en mí —dijo Villemo.

—¡Ni loco lo haré!

De inmediato, Villemo lo soltó y él cayó al suelo mientras desataba una tormenta de insultos. Mientras los otros dos lo ayudaban a incorporarse de nuevo, Irmelin habló con dulzura:

—Hacía mucho que no te veíamos.

La furia de Eldar se apaciguó como gotas de agua sobre el fuego.

—Es lógico. He estado lejos muchos años.

—¿En prisión, quizás? —acotó Villemo con acidez. Él la miró con los ojos entrecerrados.

—No, de hecho, nunca estuve en prisión. Pero ¿acaso no es común que los hermanos menores abandonen el hogar cuando ya se han convertido en adultos? Supongo que vosotros nunca oísteis algo semejante, ¡mocosos malcriados! Volví a casa porque la situación en donde trabajaba era tan difícil que no había comida suficiente para todos. ¿Y qué encontré al volver? ¡Un hogar moribundo que a nadie le importaba!

—¿Y sentiste que eso justificaba robar? ¿No hubiera sido más fácil hablar con alguien sobre el terrible estado de la situación?

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