Читать книгу El Pueblo del hielo 10 - Tormenta de invierno онлайн
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—Maldita perra —dijo él despacio, apretando los dientes—. ¡Pobre diablo el que se case contigo!
—No te preocupes, no tengo intenciones de casarme contigo.
—¡Dios lo prohíba! Eso... —Él adoptó una palidez evidente. La mano que sostenía la rama tembló por el esfuerzo y Niklas evitó que Eldar cayera al suelo. Por un rato, Eldar perdió la consciencia, ausente ante la crueldad del mundo.
—Ha perdido demasiada sangre —dijo Niklas—. Y probablemente no comió lo suficiente.
—¿Qué haremos? —preguntó Irmelin.
—¡Dejémoslo solo! Ahora es nuestra oportunidad de ayudar a los demás.
—¿Nos atrevemos a entrar?
—Creo que debemos hacerlo. Por lo que Eldar dijo, parece que están completamente exhaustos. Vamos, ¡andando!
—Qué pena que no trajimos más comida —dijo Irmelin—. Nunca se me ocurrió.
—Podemos traerles un poco de harina mañana —respondió Niklas—. Para que al menos puedan amasar pan.
Se aproximaron con vacilación a las casas. Ninguno tenía ganas de acercarse. Villemo tenía la alocada idea de que se toparían con unas terribles y deformes criaturas y con idiotas en las granjas. Era por completo injustificado pensar así, ella lo sabía, pero los rumores del pueblo habían contaminado sus pensamientos.