Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Fueron citados varios testigos que la habían conocido desde hacía muchos años, y todos hablaron bien de ella; pero el temor y la aversión por el crimen del cual la creían culpable los tornó temerosos y poco vehementes. Elizabeth vio que incluso este último recurso, su disposición y su conducta excelentes e irreprochables, también iba a fallarle a la acusada, y entonces, aunque terriblemente nerviosa, pidió permiso para hablar.

—Soy —dijo— la prima del infeliz niño que fue asesinado… o más bien, su hermana, porque fui educada por sus padres y viví con ellos desde mucho antes incluso de que él naciera; así que tal vez se considere improcedente que declare aquí; pero cuando veo a una criatura como ella estar en peligro solo por la cobardía de sus supuestos amigos, deseo que se me permita hablar para poder decir lo que sé de su carácter. La conozco bien. He vivido en la misma casa, con ella, al principio durante cinco años, y más adelante, casi otros dos. Durante todo ese tiempo me ha parecido la criatura más amable y buena. Cuidó a mi tía en su última enfermedad con el mayor cariño y atención, y después se ocupó de su propia madre durante una larga y penosa enfermedad de un modo que causó la admiración de todos los que la conocían. Después de aquello, volvió a vivir en casa de mi tío, donde era apreciada y querida por toda la familia. Sentía un afecto muy especial por el niño que ha sido asesinado y siempre actuó para con él como una madre cariñosísima. Por mi parte, no dudo en afirmar que, a pesar de todas las pruebas que se presenten contra ella, yo creo y confío en su absoluta inocencia. No tenía ningún motivo para hacer algo así; y respecto a esa tontería que parece ser la prueba principal, si ella hubiera mostrado algún deseo de tenerla, yo se la habría dado de buen grado, tanto la aprecio y la valoro.

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