Читать книгу Lecciones sobre la Analítica de lo sublime: (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29) онлайн
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Entonces, todo acto de pensamiento está acompañado de un sentimiento que señala al pensamiento su «estado». Pero este estado no es otro que el sentimiento que lo señala. Estar informado de su estado es, para el pensamiento, experimentar este estado, ser afectado. La sensación (o el sentimiento) es a la vez el estado del pensamiento y la advertencia hecha al pensamiento de su estado por este estado. Tal es la primera característica de la reflexión: la inmediatez fulgurante y la coincidencia perfecta de lo sintiente y de lo sentido, al punto que, incluso, la distinción de lo activo y de lo pasivo de este «sentir» es impropio al sentimiento, puesto que se introduciría allí el bosquejo de una objetividad y, con ella, de un conocimiento. Si puedo afirmar que se trata aquí ciertamente de reflexión, la sensación se relaciona con el único criterio de diferenciación placer/pesar (y de ningún modo verdadero/falso o justo/injusto). La facultad del alma que tiene la carga de esta diferencia es el sentimiento de placer y de pesar, al que corresponde, del lado de las facultades llamadas de conocimiento, la simple «facultad de juzgar» (42; 36). Ahora bien, en su modo puro, esta es reflexionante. La reflexión pura es, primero, la capacidad que tiene el pensamiento de ser informado inmediatamente de su estado, por este estado y sin el medio de otros criterios que el sentimiento.