Читать книгу Lecciones sobre la Analítica de lo sublime: (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29) онлайн

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Resulta notable que sólo raramente se hace mención del sujeto en la mayor parte de los textos relativos a la reflexión ya citados. En general las excepciones se encuentran en la Introducción. Cualquiera que ella sea, la noción de un sujeto, bajo su forma sustantiva, no parece necesaria a la inteligencia de lo que es la reflexión. Es suficiente la noción de «pensamiento actual», más arriba evocada. A la inversa, las formas adjetivas o adverbiales, subjetivo, subjetivamente, son abundantes en estos textos. No designan una instancia, la subjetividad, con la que la sensación se relacionaría. Permiten distinguir la información que la sensación suministra al pensamiento de aquella que le aporta un conocimiento del objeto. Leímos (62; 57) que Kant sitúa la susodicha sensación en una especie de simetría con el esquema. El paralelo es pronto abandonado puesto que el esquema vuelve un conocimiento posible mientras que la sensación no procura ninguno. Sin embargo, algo de la simetría puede ser conservado: como el esquema une las dos facultades, imaginación y entendimiento, para volver posible el conocimiento de un objeto, del lado del objeto, si puede decirse, y del lado del pensamiento, la sensación es el signo de su unión (placer) o de su desunión (pesar) sólo con ocasión de un objeto. En ambos casos se trata ciertamente de una relación entre las mismas dos facultades. Queda que el esquema es un operador de determinación del objeto por conocer, mientras que la sensación un simple índice, para el pensamiento, del estado del pensamiento de este objeto. Este índice suministra la indicación de este estado cada vez que el pensamiento piensa. Podemos decir que ella se reflexiona allí, a condición de admitir una reflexión sin representación, en el sentido moderno de esta última palabra (Freud, por ejemplo, concibe el afecto como un «representante» sin representación).

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