Читать книгу Lecciones sobre la Analítica de lo sublime: (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29) онлайн

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El placer de lo bello promete, exige, da como ejemplo una felicidad compartida. Nunca habrá prueba que esta felicidad es compartida, a pesar de que los individuos o las culturas llegaran empíricamente al acuerdo de reconocer como bellas formas dadas por la naturaleza o por el arte. No puede haber prueba allí porque el juicio del gusto no es determinante y porque el predicado de belleza no es objetivo (49-50, 55-56; 39-40, 48-49). Si no obstante el gusto consta de este requerimiento, es que es el sentimiento de una armonía posible de las facultas de conocimiento fuera del conocimiento. Y como estas facultades son universal y necesariamente requeridas en todo pensamiento que juzga en general, su mayor afinidad debe poder serlo también en todo pensamiento que se juzga, es decir, que se siente. Tal es, en resumen, la deducción del principio de sentido común del que el parágrafo 21 (78-79; 80-81) da el esqueleto argumentativo (anunciado en el § 9: 61; 55-56). Descansa en el «hecho», procurado por el placer del gusto mismo, que hay un grado de acuerdo óptimo entre las dos facultades, mientras que, desligadas de las exigencias del conocimiento y de la moralidad, se ponen una a otra el desafío de apoderarse de lo que procura este placer, la forma del objeto: «libre juego, freie Spiel» (61; 55), «animación, Belebung» (65, 122; 61, 137); «despierta, erweckt», «incita, versetzt» (129; 147) (2, 3).

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