Читать книгу Lecciones sobre la Analítica de lo sublime: (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29) онлайн
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Sin hablar de las dificultades intrínsecas de esta deducción, es cierto que nos equivocaríamos fuertemente al buscar el «sujeto» estético del lado de una síntesis análoga a la del «Ich denke», que no tiene otro fin que garantizar la objetividad de los juicios. Diría más. Incluso una lectura, como la de Heidegger, que se esfuerza, no sin razón, en demostrar que en definitiva el auténtico principio de la síntesis no es el «Yo pienso», sino el tiempo –esta lectura sólo puede valer (si vale) para el conocimiento y no puede referir más que a los juicios teóricos determinantes. Es claro que la moralidad (por ejemplo), que sólo tiene razón de ser en la suposición que se debe hacer, para deducirla, de una causalidad incondicionada que escapa por hipótesis del tiempo serial de las condiciones de determinación, requiere una noción de tiempo o de la temporalidad extraña a la que exige el conocimiento (aquí 5, 3). Lo mismo sucede a fortiori para el tiempo estético. Los juicios de gusto no determinan nada de su objeto. Para ser sintetizados unos con otros en una sucesión y, eventualmente, en un sujeto, es necesario sin embargo que sean tomados en sí mismos como objetos para esta síntesis. Eso es siempre posible. Pero esta síntesis será ipso facto aquella que une la diversidad de los juicios de gusto bajo el concepto de su determinación y bajo el esquema de su sucesión. Entonces será teórica y objetiva, como la unidad a priori de la apercepción, no estética y subjetiva.