Читать книгу Lecciones sobre la Analítica de lo sublime: (Kant, Crítica de la facultad de juzgar, § 23-29) онлайн

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Admitido eso, queda que esta unanimidad [cet unisson] no sólo tiene «lugar» cada vez que el placer del gusto es sentido. No es más que la «sensación» de esta unanimidad [cet unisson], aquí y ahora. Despega un horizonte de esta unanimidad [cet unisson] en general, pero es en sí mismo singular, ligado a la ocurrencia imprevisible de una forma. La unión de las facultades es sentida con ocasión de tal puesta de sol, con ocasión de este allegro de Schubert. La universalidad y la necesidad son prometidas, pero cada vez prometidas singularmente, y no son nunca más que prometidas. No se podría estar más equivocado sobre los juicios del gusto que al declararlos universales y necesarios sin más.

4. La temporalidad estética

Considero esta unanimidad [d’unisson] singular y recurrente, pero siempre «como nueva», que aparece cada vez por primera vez, como el bosquejo de un «sujeto». Cada vez que una forma procura el placer puro que es el sentimiento de lo bello, es como si las disonancias que dividen al pensamiento, aquellas de la imaginación y del concepto, estaban en decadencia y dejaban el camino abierto, si no a una consonancia perfecta, a una conyugalidad pacífica, al menos a una emulación benévola y calma, como aquella que une a los novios (aquí 7). El sujeto sería la completa unidad de las facultades. Pero el gusto no resulta de esta unidad y, en este sentido, no puede ser experimentado por un sujeto. Resulta del compromiso de dos facultades, anunciando así el nacimiento de una pareja unida. No hay una subjetividad (esta pareja) que experimentara sentimientos puros, hay el sentimiento puro que promete un sujeto. En la estética de lo bello, el sujeto está «en estado naciente».

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