Читать книгу El Amor Era Demasiado Limpio онлайн
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Entonces toma mi mano y decide mirarme, imito su acción y solo atino a leerle: “Necesito saber que en algún lugar de esta inmunda ciudad, en algún rincón de este infierno, estás vos, y que vos me querés”.1 A sabiendas que algún día entenderá mi manía.
Un pez cadavérico a la deriva
El mar brama en cada nueva ola moribunda en la orilla de la playa. Noemí me mira y sonríe maliciosamente, he prometido meterme al agua con ella y no lo olvida, nunca olvida nada, es la chica con memoria fílmica, reteniendo cada palabra y oración para citarla en el momento preciso, y eso ha hecho mientras avanzamos lentamente sobre la arena y atravesamos las enormes posas acumuladas de agua tibia.
La arena nos gusta, esa pegajosa cama improvisada, donde chiros y desesperados habitan una y otra vez hasta el cansancio, pero ella no quiere estar ahí, quiere sentir el mar, ser agredida por las interminables olas, verme sumergido y arrastrado por una de ellas: fuera de este mundo.
Dentro del agua me vuelve a recordar cuánto ama a los delfines, que quisiera tener uno y deslizarse junto a él, que el azul es su color preferido, que no la suelte porque si lo hago, Afrodita, llena de envidia, la asesinará. Escucho y sonrío, nada más reconfortante que escuchar, sonreír y continuar creyendo que ella es un recurso necesario para no abandonar el mundo.