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Recordó a Kant y su imperativo categórico cuando lo estudió en su primer año de carrera. A su memoria llegaron las largas noches en la biblioteca entre las páginas de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, publicada en el siglo xviii por el filósofo. Algunas de sus formulaciones se correspondían con la voluntad de Melissa: «Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza. Obra de modo que uses a la humanidad como fin y nunca como simplemente un medio». Es exactamente lo que acababa de pensar: ojalá las personas actuaran de la forma en la que les gustaría que las trataran a ellas y que eso se extendiera a todo el mundo. Ojalá las personas no usaran a las personas como medio —para conseguir algo a cambio—, sino como un fin.

La nueva ciudad, la nueva facultad y la nueva vida, pensó, eran un buen escenario para ponerlo en práctica.

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Barcelona, octubre 2019

Un ruido en mitad de la noche despertó a Aitana, que en un primer momento no recordaba por qué se encontraba en el sofá. El zumbido en los oídos y el dolor de cabeza le hicieron recordar la música ensordecedora que había estado sonando en su casa durante toda la tarde y buena parte de la noche. Su estado físico actual le hizo dudar sobre si había sido buena idea haber organizado una fiesta, aprovechando el viaje de sus padres.

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