Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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Argelejo arribó finalmente a Fernando Poo el 21 de octubre, seis meses después de haber dejado el Río de la Plata. Bautizó el lugar en el que desembarcó como San Carlos, en honor a Carlos III. Hoy es Luba. O Lubá, dependiendo que lo diga un bubi o un fang. Aún se conserva un monolito conmemorativo en el punto supuestamente exacto al que llegaron, junto a la desembocadura del río Tiburones. No me explico cómo el monumento -bastante feo, por cierto- pudo sobrevivir a la fiebre destructora de Macías hacia cualquier vestigio de la época colonial.

No es difícil imaginar el ritual del acto fundador porque lo hemos visto en las películas: tomo posesión de estas tierras en nombre de Cristo y de su majestad y bla, bla, bla ...los bubis debieron de observarlo alucinados desde lejos.

Muy pronto Argelejo envió un informe a Madrid. Bastante pesimista. Las islas estaban efectivamente bien situadas, pero necesitaban de muchísima inversión. Annobón no iba a ser muy útil; había que descartar la inicial idea española de establecerse allí, porque era tan pequeña que apenas podía abastecer a su propia población. Su recomendación respecto a los negros también fue muy clara:

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