Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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no corta el mar, sino vuela,

un velero bergantín.31

El bergantín se llamaba Santiago y las fragatas Santa Catalina y Nuestra Señora de la Soledad. Me encantan los nombres de los barcos antiguos.

Argelejo llegó sin problemas hasta la isla de Príncipe, pero luego las cosas se le fueron complicando: los portugueses de la isla no lo esperaban y recelaron -eran tiempos en que las comunicaciones jugaban malas pasadas-, el comisario real luso que tenía que hacer la cesión se retrasó tres meses y el secreto se fue al carajo. Por allí pasaban barcos negreros de todas las nacionalidades.

Hay que decir que a los negros que viajaban en aquellos barcos les esperaba una travesía a Pernambuco o a Bahía -en muchos de los casos- de más de 30 días. Encadenados en las bodegas. Un porcentaje (calculado) no sobrevivía. No lo sé con certeza, pero es probable que los negreros de Príncipe hicieran como los de Futungo, que en el punto de embarque tenían una capilla para bautizar a los esclavos en serie -o en cadena, si uno prefiere ser más riguroso- según se iban subiendo al barco.32 Se ve que les preocupaba que los que morían durante el viaje fueran al cielo. Tal vez el caritativo procedimiento haya estado ya previsto en la bula papal.

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