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También aquello de atado y bien atado fue una bobada. Una bravuconada, en el mejor de los casos. Porque orden, lo que se dice orden, solo existe en la fantasía ofuscada de los totalitarismos, y acaso en la ficción botánica de algunos clasificadores. Como si hubiera un lugar para cada cosa.

Fíjese en las feministas, empecinadas como están en el empeño imposible de catalogar la posición subjetiva frente al deseo: L, G, T, B, I, Q, +… siempre va a aparecer alguien que no se sienta concernido (concernida, concernid@, concernide) en ninguna de las anteriores.

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Hay algo que debo anticipar; y es que en este cuaderno va a encontrar mayor número de vivencias personales. Es así porque me ayudan a vincularme mejor al texto, y a ese vínculo le doy mucha importancia.

Me ha preocupado (pero poco -por lo impúdico-) que el resultado pueda ser demasiado referencial, pero creo que, en el fondo, nunca hablamos de otra cosa que no sea nosotros mismos. Tal vez somos nuestra única herramienta.

Ojalá que estas páginas tengan suficiente interés -trabajo sí que tienen- para que valga la pena compartirlas (valer la pena, vaya una expresión).

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