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Sin palabras no hay conceptos. Y hablar de manera diferente implica pensar de manera diferente. No es lo mismo hacerlo en español que en mandarín. Hay lenguas por ejemplo en las que la palabra religión no existe. Pensar en eso provoca un poco de vértigo.

Lo decía Malinowski: la realidad es una creación social construida por el lenguaje. También lo han dicho Berger y Luckmann -hay que ver qué suerte llamarse así-.13 Y eso que ninguno de ellos conoció Second life, Pokemon GO ni ninguna otra de tantas construcciones paralelas y virtuales.

Bartomeu Meliá lo complementa de una manera bonita -es digno de admirar lo bien que escribe-. Meliá es uno de los sabios vivos (en el momento en que escribo estas líneas, pero está mayorcísimo) que más sabe de todo esto. Y se esfuerza en explicarlo:

…el lenguaje no es un tubo por el que circulan palabras, sino un esófago donde se digieren experiencias.

En cualquier texto tiene siempre mayor importancia lo que provoca que lo que contiene, y eso depende más del receptor que del emisor (del lector que del autor). Lo provocado tendrá directamente que ver con las experiencias a que Meliá se refiere -lo único que permite aprender es la experiencia-. El que lee es a la vez intérprete, amo y filtro del texto. En última instancia, más que bípedos implumes, que es como definía Platón a los humanos, somos filtros culturales.

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