Читать книгу El fascista estrafalario. Volumen II онлайн

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…no hubo príncipe en Sevilla

que comparársele pueda,

ni espada como su espada

ni corazón tan de veras.119

Hablaremos de él en el próximo capítulo.

Y eso sin contar a los colaboradores extranjeros: Pablo Neruda, Girondo, Borges, Valéry, Ezra Pound, Hemingway, Rilke… El redactor jurídico era Joaquín Garrigues y la sección de cine la dirigía Buñuel (mientras que Rafael Alberti le dedicaba versos a Harold Lloyd y a Buster Keaton).

Todos juntos en el mismo proyecto.

¿Cómo fue posible que confluyeran personas que sabemos que luego tuvieron una evolución tan diferente?

Lo único que parece claro es que en aquel momento las ideologías no estaban en absoluto definidas y lo que flotaba en el ambiente era un batiburrillo de influencias variopintas. Al pesimismo nacional provocado por el desastre del 98 se unían el tradicionalismo católico, el magisterio moral de Unamuno (que generaba consenso, porque la mayoría le profesaba un enorme respeto -y hasta había quien abogaba por que se convirtiera en el futuro presidente de la República-), la revolución comunista de Lenin (el propio Jorge Luis Borges, arquetipo conservador, había publicado en sus días mallorquines un poema que canta a la revolución soviética), las aportaciones heterogéneas y un tanto desenfadadas de los ismos, el europeísmo de Joaquín Costa (aunque nadie supiera muy bien en qué consistía ser europeo -ahora me parece que tampoco-), La decadencia de Occidente de Oswald Spengler o el crack del 29, que había sido la primera crisis económica con un carácter global.

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