Читать книгу Cada quién su cuento онлайн

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Tú siempre intentabas convencerme de que la ropa que nos regalaban en la iglesia era igual o más buena que la que las güeras tenían. Nunca te vi en un vestido nuevo, ni el día de mi primera comunión, esa vez sólo me tocó estrenar a mí. Aún recuerdo que el pantalón me quedaba tan grande que casi me daba dos vueltas y que disimulabas las risas mientras intentabas ajustarlo y convencerme que así me iba a durar más. Siempre me decías “Tenemos que ahorrar lo más posible para mandar a México y algún día poder comprar un terreno y construir una casita”.

¿Casita?... ¡Por qué no una casa!... esa manera tuya de hablar con diminutivos, me ponía siempre en aprietos cuando tenía que traducir tus frases. A ver, cómo le iba a decir a la directora de la escuela que ahorita le mandabas las cuotas, cuando ni yo sabía qué significaba eso. Eso no era ni now ni later ... ni ahora ni después.

Tres

Me acomodo la corbata y enderezo mi head cap mientras miro el reloj en la pared. ¿Por qué harán siempre estos eventos tan noche?; supongo que para que puedan venir los padres que trabajan en las oficinas del centro. Tú siempre trabajando, sin horarios, sin descansos, sin vacaciones. Decías que el ocio es la madre de todos los vicios. Cuando no estabas limpiando casas, planchabas ropa, paseabas perros, hacías jardines; lo que fuera por traer unos dólares extra a la casa.

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