Читать книгу Cada quién su cuento онлайн

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Tomábamos el autobús de regreso a casa, el paisaje se iba transformando de esas mansiones señoriales a edificios de oficinas y, finalmente, aparecían los barrios con casas grises y muros llenos de grafiti. Recuerdo que me tapabas los ojos, con tus manos impregnadas con el aroma del amoníaco, cuando pasábamos frente al McDonald’s; no querías berrinches por esas porquerías cuando teníamos comida buena en casa. Yo sé que muchas veces se te hacía agua la boca al ver esos vasotes blancos con la M gigante, llenos de Coke y hielos, pero en esos momentos, cada centavo contaba.

Dos

Ya veo las luces del escenario. Me persigno casi sin pensarlo, como un reflejo que traigo incorporado. Todas las noches rezábamos juntos, recuerdo la hilera de fotos de Santitos pegados en la pared frente a la cama. Esos momentos eran todo paz. Antes de dormir, enredabas tus dedos ásperos en los rizos que se me formaban en la frente. Me contabas todas las leyendas de tu pueblo; la que más me gustaba era la del burro que se fue al barranco; con el párroco del pueblo ahogado en alcohol, montado en su lomo.

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