Читать книгу Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario) онлайн
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Podemos observar estos intentos y estos sintomáticos fracasos en la historia argentina reciente. Visitemos algunos de ellos.
Desde su nacimiento como partido local en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el PRO desplegó una discursividad vecinalista y pospolítica que se recortaba dentro del paisaje discursivo “clásico” de la democracia. Evocamos su estilo originario porque, al identificar hoy al PRO como uno de los motores de la polarización contemporánea, solemos olvidar que su nacimiento (reciente) estuvo envuelto en la promesa discursiva de terminar con la confrontación ideológica –que era conceptualizada como un resabio arqueológico e indeseado del siglo XX– y dejar la pelea de las ideas por la pacificadora promesa de un lazo menos emocional y más transaccional entre la ciudadanía (“los vecinos”) y la política (como “gestión de las cosas”). En efecto, de allí viene su paradójico nombre: PRO, tratándose de un partido que desde hace años basa casi toda su estrategia de acumulación política en el “partidismo negativo”, es decir en la explotación de la emoción política llamada “antikirchnerismo”.