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Camus encuentra en el regreso, en la pausa del trabajo mientras Sísifo desciende, su fortaleza. Mientras baja de la cima Sísifo es superior al destino impuesto por los dioses. Durante ese lapso piensa en su destino trágico y, paradójicamente, “la clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio”61. Entonces, aunque a veces se desciende con dolor, también se puede hacer con alegría. Ni siquiera los dioses pueden evitar el desprecio que Sísifo les tiene. “Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos sus ídolos”62. A pesar de todo, Camus imagina a Sísifo dichoso.

La maravillosa interpretación que Albert Camus hace del mito de Sísifo es tal vez el argumento más potente para mostrar la admiración que despiertan los “héroes astutos” en algunos círculos occidentales (en general de la región del Mediterráneo). Se repite el mensaje que señalamos antes: más allá de las connotaciones morales, todo aquel que desprecia y desafía a los poderosos termina siendo un “triunfador”, por más que esté condenado al tormento eterno. Sísifo, el “héroe proletario”, prisionero de una roca, logra ser dichoso a pesar de lo terrible y absurdo del castigo que se le impuso. ¿La fórmula? Traicionar, engañar, trampear y, cuando nada de eso es posible, simplemente despreciar a los dioses.

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