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La cultura democrática conlleva un conjunto de principios y valores que son compartidos por una mayoría y tienen como finalidad garantizar una sana convivencia entre los ciudadanos. Así lo describió John Locke, en 1689, cuando escribió sus ensayos sobre el gobierno civil. En su condición de personas y de sujetos racionales -dijo- los ciudadanos optan de manera libre y autónoma por compartir un espacio y objetivos comunes con otros individuos. Ello, con el fin de dotarse de un espacio de convivencia que les permita “una vida cómoda, segura y pacífica”.6

En democracia, las instituciones y las leyes tienen como propósito proteger a todos los ciudadanos, quienes cuentan con derechos individuales que son compatibles y/o concomitantes con los derechos colectivos. Pero también la democracia les exige el cumplimiento de deberes, dentro de los cuales destacan los vinculados con el respeto, la tolerancia y la solidaridad con otros conciudadanos, particularmente con aquellos que representan a las minorías; o los que tienen por finalidad proteger a los individuos más débiles y desvalidos (por ejemplo, niños y niñas, ancianos y discapacitados), como también a las especies animales y el medio ambiente.

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