Читать книгу Las formas del árbol. 300 años de democracia en Chile онлайн
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Las generaciones de chilenos que llegaron a la adultez después de recuperada la democracia, en 1990, y también los que nacieron después de este año, solo conocen de oídas lo que es vivir en dictadura. Por lo mismo, están más propensos a suponer que la democracia es algo natural y que quizás no requiere de mayores cuidados. En cambio, las generaciones de chilenos que vivimos en dictadura sabemos muy bien lo que es perder la democracia. También sabemos que no es un don que se hereda, o un regalo del cielo, sino un sistema que requiere de la participación de toda la ciudadanía para construirla y cuidarla, aunque con distintos niveles de responsabilidad. El ciudadano de a pie cree tener a mano unos pocos medios para contribuir a la democracia, particularmente el derecho a voto. Pero potencialmente puede participar en varios otros estamentos, desde juntas de vecinos hasta en diversas organizaciones de base, y la noble democracia les garantiza la libertad para hacerlo.
Uno de los síntomas más visibles de la crisis de la democracia chilena es la bajísima participación de la ciudadanía en partidos políticos (menos del 10% del padrón electoral), aunque no es fácil explicar a qué se debe. En este caso, determinar el origen de la abulia para integrarse a estas agrupaciones. Aparentemente, se ha dicho, esto puede ser resultado del sesgo individualista que lleva consigo el modelo económico de libre mercado, aunque cabe señalar que este modelo es algo más antiguo que la joven democracia chilena y que el país donde surge la democracia en su versión moderna es Estados Unidos, el más capitalista del mundo.