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Los problemas que aborda la política son de alta complejidad, puesto que trata con personas, con seres humanos, que de suyo son complejos, autónomos e impredecibles. Los seres humanos dependen unos de otros y en su natural estado de convivencia construyen estructuras que a su vez dan origen a sistemas, cuya estabilidad depende del control de los movimientos y/o cambios que surgen de una infinidad de organismos que operan como islas en medio de un todo. Esto es, de la totalidad del sistema social.13 Tal como ocurre con cualquier sistema, físico u orgánico, aquí todas y cada una de las partes y piezas contribuyen al todo y son corresponsables de la estabilidad y el equilibrio.

Por lo tanto, el campo de la política está sujeto a diversas fuerzas que pugnan por el poder, tanto para respetar el orden institucional y buscar el equilibrio, como para poner éstas en tensión y/o simplemente para tratar de derribarlo. De este modo, la política debe lidiar permanentemente con el conflicto y con el cambio social. A todo esto se suman otros desafíos que transcurren en democracia: la necesidad de garantizar las libertades individuales, la tolerancia y el respecto a la diversidad. Es precisamente esta última característica -que impone su propio ritmo dialéctico- la que a su vez permite avanzar de manera más dinámica hacia el desarrollo humano. Ello, en contraste con las sociedades cerradas que imponen barreras a la diversidad, sobre todo de tipo religioso, ideológico, cultural y racial. En los estados totalitarios se castiga la diversidad y se prohíbe el disenso, provocando el estancamiento y a la larga el fracaso de los sistemas. A modo de ejemplo, William Pfaff hace una comparación entre los caminos divergentes que tomaron las civilizaciones árabe y occidental, a partir del Renacimiento. “La civilización islámica poseía una rica literatura, filosofía y una desarrollada ciencia teórica. Dominaba la alta tecnología de la época, con una organización militar más avanzada que la Europa medieval”. Sin embargo, agrega que la verdadera razón para el éxito de Occidente y la victoria sobre el islam no fue el poderío militar, sino la capacidad para absorber los cambios que trajo el Renacimiento, y luego en la Ilustración. Esto, la capacidad para cuestionar y/o revisar “los fundamentos de su religión y civilización a la luz del pensamiento de la antigüedad pagana y de un racionalismo filosófico y científico”.14 En cambio, parte de la civilización islámica se aferró al fundamentalismo religioso, hasta estos días.

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