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Por derivación, una organización similar se observó en el periodo de los regímenes absolutistas, en que los feudos dieron paso a los imperios coloniales, generando estructuras aún más complejas, poderosas y extractivas. En ambos casos se trataba de dictaduras perfectas, con sistemas totalitarios que concentraron todos los poderes.

La política como un medio de vasto alcance

Entendida en su dimensión práctica, la política es una actividad de naturaleza frágil y flexible, pero no efímera, porque se mantiene omnipresente, de una u otra forma, en una y otra mano. Por lo mismo, también es asequible y maleable. Como dice Sartori, “la política es el ‘hacer’ del hombre que, más que ningún otro, afecta e involucra a todos”.23 Sus resultados y/o efectividad dependen de quién esté al mando del timón y puede servir para fines diversos. Por eso es tan político un dictador como un demócrata, o un político honesto como un demagogo. Por lo tanto, desde el punto de vista práctico, la política es un instrumento propicio para atender a los objetivos que el político se proponga. Por eso los pensadores autónomos y menos comprometidos con el uso interesado del poder político, sugieren que el ejercicio de esta actividad debe estar acompañado por el respeto a normas éticas que prevengan, aíslen o anulen el despotismo y las injusticias; el nepotismo y la corrupción; el impulso irracional y la avaricia; el abuso y la vanidad; el populismo y la demagogia; y el usufructo exclusivamente individual o egoísta que pueda desvirtuar los nobles fines de la acción política. De manera análoga a como se rotulan algunas medicinas populares, la política es como “un remedio de aplicación tópica de amplio espectro”.

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