Читать книгу Tú y yo онлайн

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Juana cada día era más amiga mía, así que me vi con fuerza de empezar mi conquista. Comencé a mandarle cosas a escondidas. Cristina era quien estaba informada de todos mis pequeños logros y en muchas ocasiones se hacía pasar por mensajera o cartera para entregárselo ella misma: que si un ramo de flores, que si una pipa (coleccionaba pipas de fumar), una botella de whisky Johnnie Walker etiqueta negra, y cada regalo acompañado siempre de un escrito con un dibujo o una poesía. Le escribía notas como:

«Tengo un sueño, un sueño que es mi meta, una meta que quiero sea mi realidad. Deseo hacerte feliz y que tu mirada sea mi sol y tu sonrisa me ilumine todos mis días».

Un día me armé de valor y decidí que le diría que yo era la misteriosa amiga que le dejaba los regalos, las notas y las poesías, y le preguntaría si quería salir conmigo. Hasta compré champán para celebrarlo si me decía que sí. Quedé con Juana en El Portal, uno de nuestros lugares habituales para tomar café, antes de quedar con el resto de la pandilla, sobre las 17:00 horas. Juana y yo solíamos ser impuntuales, pero esa vez me esforcé por llegar temprano y esperarla. Se me hicieron eternos los quince minutos que se demoró.

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